lunes, 19 de mayo de 2008

Madrid

Cierto es que cuando uno está de vacaciones, lo ve todo con otros ojos...Pero desde el mismo momento en que entramos en Chueca, se apoderó de mí una sensación que me hacía sentir... especialmente bien! (A pesar del calor, 38º grados) No en vano, no hacía ni tan siquiera 24 horas dejaba atrás la soltería a mis 35 años y eran nuestras primeras vacaciones ya casados, por lo que estaba como en una nube... sin trabajar, lejos del estrés de Barcelona y con mi recién estrenado marido.

Dispuestos a disfrutar del barrio gay por excelencia. Con ganas de comerme Madrid, pasear por sus calles, vivir la noche madrileña, conocer su gente, sus bares, sus restaurants...todo! Allá donde fuimos a comer o cenar siempre resultó de lo más satisfactorio, tanto por el trato al cliente como por la cocina.

Era la primera vez que visitaba la capital (y no será la última), y tooooodo me parecía bonito! Acertamos de lleno con el hotel, muy bien equipado, situado en una zona muy concurrida del barrio y a solo una calle de la Gran Vía.

Me moría de ganas por salir del hotel y pasear ya por chueca, recuerdo especialmente la amabilidad y simpatía con la que nos atendió la estanquera, como si nos conociera de toda la vida, cuando la perra de mi barrio no conoce la expresión "buenos días" o "gracias", es como una puta máquina, ni siquiera te mira! Perdón, la máquina te da las gracias! Ni que decir tiene que los chicos de la recepción del hotel (gays por supuesto) también fueron muy amables, atentos y simpáticos.

A escasos 20 metros del hotel se encontraba "El tigre" típico bareto de allá donde por pedir una caña de cerveza te la acompañaban con deliciosas tapas, cuanto lo echo de menos! Y que envidia me dan los que pueden disfrutarlo a diario.

Paseando por el Paseo del Prado y Recoletos entendí que la baronesa Thyssen se encadenara a los árboles centenarios para impedir su tala, si está perfecto!!! Dando sombra a sus románticas cafeterías acristaladas con terraza y hasta piano para deleitar a su "aburguesada clientela".

Henry y Encarni serían nuestros guias en la ciudad, con ellos probamos nuestro primer "bocata de calamares", tan típico de allí, comeríamos más tarde en un restaurant donde me sorprendió ver en la carta "Pa amb Tomaquet", algo que volvería a observar en mas de un restaurant, recorrimos gran parte del centro pasando por un "desolado" Congreso de los diputados, donde no pude evitar fotografiarme.

Se nota que es la capital y la ciudad está en un estado que para sí quisiera Barcelona. Parecía como si hubieran pintado todas las fachadas una semana antes.
De todos los recuerdos que guardo valoro especialmente la actitud positiva, optimista y vitalista de la que hacen gala sus ciudadanos, disfrutando de la abundante oferta cultural, arquitectónica, gastronómica...y el ocio nocturno, a diario!!!


Madrid mola!


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